julio 13, 2016

ROARWOOD. CAPÍTULO 4


 Aquel era un lugar de paz, en el más estricto sentido de la palabra, sólo la perturbaba algún que otro sollozo que escapaba de la garganta de una mujer demacrada por el dolor que sentía ante la pérdida experimentada.
El féretro se encontraba en medio, flanqueado por altos cipreses que resguardecían aquel momento íntimo y familiar. El cura murmuraba unas últimas palabras en dirección a la mujer. 
Tres personas. Tres personas eran las que se encontraban en el entierro, una era el cura, otra aquella mujer rota por el dolor y, la última, un poco más alejada del acto era Pierre...

"Necesitaba verlo con mis propios ojos" - pensaba el conductor/guardaespaldas de Emma - "Ver para creer"


Pero antes de contaros los últimos acontecimientos, retrocedamos a la verdadera acción que desencadenó este fatídico desenlace.

Un día antes...

¿Por qué nadie me ayuda? Me ven arrastrándome por los suelos en este mal estado, y lo único de lo que son capaces es de correr hacia todos lados sin mostrar compasión alguna.
Por fin era libre, pero no encontraba la salvación que tanto tiempo había estado anhelando. La gente huía de ella, gritaban con ojos como platos, como si hubieran visto un fantasma, pero lo que en realidad no veían era que únicamente se trataba de una joven chica maltratada que buscaba solidaridad humana.

En un momento dado había visto una chica por fuera de la casa, asomada a uno de los ventanales. Se dirigió a ella como pudo, alargando el brazo en señal de ayuda, pero también resultó ser una pérdida de tiempo. La vio salir corriendo y desaparecer en la cuesta de subida.
Mientras todos escapaban como podían, ella se quedó allí, resignada. Se tumbó hecha un ovillo sobre la alfombra blanca y rompió a llorar. ¡Quería ponerse bien! Volver a casa...

Tras un tiempo largo, o eso le pareció a ella, después de tanto tiempo encerrada había perdido el sentido de calcular las horas, el haz de la luna llena que entraba a través del gran ventanal, desapareció. Dirigió su mirada hacía allí y, vio una sombra asomada mirando hacía el interior de la vivienda.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, sus músculos se tensaron y la única orden que le daba su cerebro era la d: ¡HUYE!. Empezó a dar la vuelta sobre sí misma y a alejarse todo lo posible de allí. No había llegado muy lejos cuando alguien la agarró del pelo y tiró de ella hacia atrás y la lanzó contra el suelo. El dolor que sentía era indescriptible.
Fijó su mirada en aquella persona. Era un hombre de mediana edad y estatura media, tenía los ojos desorbitados como un loco y una sonrisa torcida que producía terror.

Estaba acabada.


Algo no iba bien. Veía como la casa se encontraba totalmente a oscuras, ni siquiera las luces del jardín estaban encendidas. Un mal presentimiento resurgió en él.
Estaba a punto de tomar la cuesta, cuando los focos del coche enfocaron un bulto en mitad del camino. Bajó despacio del vehículo y lentamente fue acercándose hasta él. Enseguida vio como la sangre se agolpaba alrededor de lo que resultaba ser un cuerpo humano y, de pronto vio su cara.
Su sangre abandonó su cara dejándola pálida como la cal. Se agachó velozmente, miró por encima las heridas causadas y decidió que tenía que llevarla rápidamente al hospital de las afueras. Había perdido mucha sangre.

- ¿Desde cuándo estarás ahí? - dijo en voz alta. La metió en la parte trasera, esta vez sin tener compasión por lo que pudiera pasarle al coche. Dio media vuelta y se dirigió al pueblo en busca de un sanitario.


Le corroía haberla dejado sola en aquellos momentos, pero él no podía hacer nada más, así que había decidido ir a ver que pasaba en la mansión.
La puerta principal estaba entreabierta, no se oía a nadie, pero algunos coches seguían allí, aparcados a la entrada. Con la mano derecha apartó suavemente la puerta y entró al hall. Todo se encontraba en penumbras, lo único que alumbraba algo era la luz blanca que desprendía la luna. Sumido todo en el máximo caos, así es como iba encontrando todas las estancias.

No sabía realmente lo que iba buscando, pero suponía que cuando lo viera lo comprendería todo.
Hubo un momento en que sonó un fuerte estruendo en la planta de arriba, sin pensarlo dos veces corrió hacia la escalera y subió los peldaños de dos en dos. Giró hacia la izquierda y con paso lento fue avanzando por el pasillo pendiente de oír otro sonido. Este no se dejó esperar mucho. Unas voces y gemidos salieron de la habitación más próxima. Miró por el hueco que dejaba la puerta entreabierta y su corazón volvió a quedar desarmado por segunda vez aquella noche.

Un corpulento hombre se encontraba encima de una chica aterrada, propinándole una gran paliza. Se podía ver como la joven había perdido las esperanzas y esperaba pacientemente a que todo acabara.

No le vio venir. Saltó sobre él como un fiero león y empezó a propinarle puñetazos y a gritarle que aquello que le estaba haciendo a la pobre chica era inaudito. Cuando vio que era suficiente paró de asestarle golpes y se dirigió en ayuda de la mujer.
Lo siguiente pasó tan rápido que Pierre no lo recordaba con claridad. Mientras portaba a la chica hacía la salida, alguien se le abalanzó por detrás, forcejearon durante unos instantes y el otro salió mal parado... 
No quería matarlo, pero sí que pagara por lo que había hecho y, eso que Pierre no sabía aún ni la mitad de la historia.
Se preocupó en llamar a los policías del pueblo de al lado, el sheriff que tenía allí tenía el móvil apagado. Qué oportuno. 

Dadas las direcciones oportunas, llevó a la chica al hospital y no volvió la vista hacia atrás.

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