Capítulo 8
-¡De acuerdo! Escuchad bien, hijos de puta. Nos han llegado informaciones de que las tropas de los Emperator se encuentran campando a sus diabólicas anchas en el mundo mortal, en el parque Winston, y tienen como rehenes a unos cuantos mortales. Iremos y nos presentaremos en sociedad. Las únicas consignas son: quedar como los buenos y, sobre todo, que ninguno de esos cabronazos quede con vida. Coged munición y armas, ¡vamos! ¡Toca salir a trabajar! Y despertad a quienes aun no hayan abierto el ojo, les necesitamos como equipo de ayuda si la cosa se pone fea.
Era sin duda la voz de Fred, un tipo que sabía cuándo aplicar la ironía y cuándo lanzar un mensaje bélico para alentar a los suyos. Y aquella mañana no llevaba su típico guante de garras de acero ni un sombrero a juego. Iba vestido de negro, con una de esas chaquetas militares por encima y en sus manos llevaba un largo machete que habría hecho asustarse al mismísimo Rambo. Parecía preocupado, como si algo no marchase del todo bien. De repente, volteó su cabeza hacia mi posición y me lanzó una mirada gélida, como si de un anticuerpo me tratara, como si yo no perteneciera por derechos a ese mundo.
-¡Ethan! Ven aquí, vienes conmigo. Te daré el armamento y mientras te explicaré los detalles de la misión.
-De acuerdo.
Accedí rápidamente a ir con él al ver cómo todo el mundo alrededor corría de un lado a otro preparándose para la acción. Tras cruzar dos pasillos andando, llegamos a una sala de aspecto lúgubre en la cual solo había una silla y varios armarios. Miré a Fred sin entender nada, esperando que me explicara de qué iba todo eso, pero no obtuve la respuesta necesaria. Simplemente, abrió la puerta y me pidió que me sentara.
-Bien, Ethan, relájate. Siento haberte asustado o impresionado ahí atrás. Verás... En estos tres armarios tienes todo el armamento que necesitas para cubrir tu pequeña primera misión. Solo es liberar un parque, como cuando venía la policía a echarte la bronca por pegaros en una zona pública o como cuando yo perseguía a algún niño o niña repelente por los pasillos del antiguo instituto.
-Y... ¿Ya está? Parecía todo mucho más solemne ahí atrás. Bien para empezar, pero deberías haber visto tu cara ahí atrás, era...
-Como si hubiese alguien importante para ti allí metido, ¿verdad?
-¿A qué te refieres?
-Armamento. Munición. ¡Ya! Salimos en diez minutos. Tú decides.
-¡Espera! ¿Qué coño has dicho? ¿Quién es esa persona?
-Joder, Ethan, odio que seas tan persistente. No puedo decirlo. Te encontrarás con la persona mencionada en el momento exacto. Ahora, cállate y lucha.
Y sin dar pie a nada más, salió de la sala. Cogí mis armas y una cantidad de munición acorde a las características de la misión. Me miré a un sucio espejo que había en la sala y pensé que eso era infinitamente distinto a disparar las armas del tío Brandt en el jardín. Aquí no había vuelta atrás, sobre todo sabiendo que ahora habría alguien por el que preocuparse. Más aun...
Todo sucedió demasiado rápido. En media hora, habíamos llegado a pie hacia el parque por unos callejones que nos sirvieron de atajo. Fred nos distribuyó en dos equipos, que atacarían por ambas salidas del parque. Al llegar, la escena era apocalíptica: el parque Winston y sus alrededores estaban cubiertos de llamas, había montones de policías muertos de miedo apuntando a esos hijos de puta sin creerse que pudieran contener esa amenaza y la imagen estaba en todas las pantallas grandes de alrededor. Mientras, los asesinos de los Emperator proclamaban cánticos y esbozaban sonrisas malvadas mientra sus motosierras se acercaban cada vez más a los cuellos de los rehenes.
Definitivamente, una terapia de choque para saber en qué y dónde me había metido.
-A mi señal, Ethan. No te muevas antes de tiempo o esos cabrones matarán a todos.
-Recibido.
Mary, Jason y yo estábamos en mi grupo junto a dos componentes de nuestro ejército; en el otro, Fred, Mike y Norm. La señal llegó al ver al primer decapitado. Fred lanzó una bengala hacia el cuerpo del civil asesinado y así, salimos a espaldas de los Emperator.
Todo se convirtió en una lluvia de fuego y balas directas hacia el cuerpo de los diabólicos seres, que parecían no sufrir los efectos del plomo.
-¡Morid, cabrones! Maldita sea, he gastado la munición. ¡Son demasiados, joder! ¿Qué hacemos?
-Tira por la antigua usanza.
De repente, me vi desbordado por la situación, disparando a un lado y a otro sin saber qué esperar de toda esa situación. Por mucho que pasara la fase de pruebas, la primera gran piedra de toque estaba resultando ser un fracaso para mi. Supongo que no estaba preparado para ver juntas motosierras, machetes y pulidoras destrozando cabezas de asesinos mientras los cabrones morbosos de los periodistas grababan todo con una sonrisa en la boca imaginando su audiencia del día del siguiente.
Por suerte, una pequeña explosión dejó ver algo debajo de una camioneta.
-¡Ethan, coge la información!
Era la voz de Mike quien hablaba. Reaccioné en ese momento y aseguré el maletín tirándome debajo de esa camioneta. Al deslizarme, vi que tenía destrozado el sistema de aceite y comprobé si llevaba un mechero en el bolsillo. Definitivamente, Fred tenía toda la razón del mundo con aquello de "coger todo lo necesario". Arranqué la protección, salí corriendo de allí y lancé el mechero hacia la camioneta. ¡Bomba asegurada!
La explosión invadió el parque y, tras un breve apagón, dejó ver qué todos los de nuestro ejército, junto a los civiles y la gente de alrededor estaban bien. La gente, asombrada, comenzó a aplaudirnos.
Parecía que era nuestra primera victoria. Todo quedaba en calma tras la grave pelea.
-¡Eh! Creo que vosotros y yo tenemos que hablar sobre algo.
Era la voz de Jeff. Joder, claro, cómo había estado tan ciego de no darme cuenta que era su camioneta. Mary cogió el maletín y se lo entregó a Jeff, quien me miró con aquella misma mirada con la que por la mañana me había mirado Fred. Ahora entendía que alguien especial estaba en peligro y, de nuevo, me correspondía a mi la labor de protección.
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