marzo 14, 2017

"La Guerra del Corazón Oscuro". Capítulo 1.

Los días siguieron su curso normal desde aquel extraño encuentro en el metro: mañanas en las que se me pegaban las sábanas, informes y más informes a lo largo de la jornada, debates para aclarar un sinfín de proyectos que rara vez se llevarán a cabo, espantar a la secretaría casada y a sus intentos por llevarme al catre, evitar hablar demasiado con Harold, el tío del despacho de al lado cuyo único objetivo es caer inconsciente por una borrachera y pedir una indemnización millonaria que le retire del curro y, sobre todo, volver a casa a tiempo para disfrutar de un pequeño momento de relajación antes de ir a dormir. Sí, de repente todo me parecía lo más monótono del mundo, incluso mis propias aficiones, como si algo dentro de mi se hubiese activado y quisiese ser liberado.
Entonces llegó la noche de Halloween. Alegría, alboroto, fiestas salvajes y numerosos locos y locas intentando que pases la más terrorífica de las noches a cambio de unas simples chucherías o unas pequeñas monedas.
Precisamente, dos personas fueron a asaltarme mientras volvía a casa del curro. Eran una chica y un chico vestidos con trajes que podrían haber estado perfectamente sacados de la mejor de las películas de Wes Craven. Fue el chico quien tomó la iniciativa para hablar mientras yo intentaba doblar la esquina de camino a la puerta de mi casa.

-¡Vaya, mira quién tenemos aquí! ¡Eh, Mary, creo que he pescado a alguien importante!
-Tú. No me puedo creer que alguien tan importante como tú ande por estas calles sin protección -la chica me rodeó con sus brazos apoyándome contra la pared, presionando con ellos y haciendo fuerza mientras esbozaba una sonrisa pícara y una voz seductora, muy parecida a aquella del extraño hombre del metro-. Sería... una pena... que alguien... tuviese que sacar un hacha.
-¡WOW! ¡Sí, vamos, hazlo!

La chica se retiró de mi para sacar de su espalda, sin apartar su vista de mí, un hacha real mientras el otro chico no paraba de aplaudir. Entonces, esa tal Mary cambió su rostro y miró con mirada severa a su compañero, momento que aproveché para intentar escabullirme de allí con astucia antes de ser atacado violentamente.

-¡Norman, basta!
-¡Eh, un momento! Ya lo pillo... Norman y Mary, como los personajes de las pelis. ¡El chico influenciado de Psicosis, de Hitchcock, 1960! Y tú debes de ser Mary, la chica de las leyendas urbanas, Bloody Mary, la mala de aquel videojuego de Playstation. Oye, os quedan genial los disfraces. En serio, os felicito. De verdad que me encantaría quedarme a la fiesta, pero debo irme. Así que si no os importa, debo ir a descansar para trabajar mañana, ha sido un día de locos.

La chica volvió a mirarme seductoramente mientras me alejaba en sentido contrario a mi casa, sabedor de la existencia de una comisaría cercana donde trabajaban un par de conocidos, sin percatarme de que ambos me seguían en la misma dirección donde iba. Entonces, las bromas pasaron a un tono mucho más serio y escuché unas palabras que me desconcertaron.

-¿Ves? Te lo dije, Norman. Otro capullo sin sangre que pretende olvidar su pasado. ¿Un salvador? Más bien un gilipollas que no tiene donde caerse muerto, ¿me oyes? ¡No eres nada, solo una muesca más en mi hacha! Tendrás tu merecido, cobarde, lo sabrás en breves y estaré ahí para cobrarme mi venganza por ello.

Llegué a la puerta de la comisaría y observé cómo ambos se me quedaban mirando desde la otra acera, sonriendo y saludando con las manos, como verdaderos psicópatas.

-¡Ethan! Qué agradable sorpresa. ¿Qué te trae por aquí?
-Verás, Paul... ¿Está Jeff por aquí?
-Sí, por supuesto. Pareces preocupado, siéntate, voy a llamarlo, enseguida estará contigo.
-Gracias...

Así eran Paul y Jeff, los dos mejores policías que ha conocido este mundo. Bueno, no es que conozca cómo son en otras zonas, pero estoy seguro que en ninguna parte se preocupan por las personas y su atención como hacen estos dos tíos aquí. Y no me refiero solo a detener a criminales, no, sino al cuidado y la ayuda emocional ante los problemas que ambos prestan. Les conozco desde siempre y nunca han recibido ni una sola mala palabra. Maldita sea, si hasta les concedieron una medalla al comportamiento y al amor entre ciudadanos, estos dos son un auténtico amor, de esas personas que merece la pena que existan y las cuales sabes que en momentos de locura, no podrían controlar la situación.

-¿Ethan?
-Oh, hola Jeff. Es que tengo un pequeño problema ahí fuera en la calle -señalé a la pareja que aun seguían bromeando, sonriendo y saludando-. Me han asaltado en la esquina y una de ellas quería sacarme un hacha, no se si era de verdad o no, no he querido correr el riesgo.
-Está bien, veré qué puedo hacer. Normalmente en Halloween a la gente se le va la olla, pero esos dos tienen pinta de bromistas tocapelotas. Ahora vuelvo...

Lo que mis ojos vieron después de aquello congelarían la sangre incluso a un hombre de piedra. Jeff salió tras ver a ambos por la ventana, dispuesto a preguntar qué narices estaba pasando y por qué me habían asaltado. Al llegar hasta ellos, la chica había desaparecido, sin más, como una sombra. Solo habían pasado unos escasos segundos desde que miró por la ventana hasta que llegó a la calle y ella, simplemente, se había volatilizado. Mientras, el tal Norman, el chico, no paraba de reír descontrolado mientras miraba cada vez más perturbado a Jeff, como si fuese a tener un brote psicótico ahí mismo. O como si ese hubiese sido su plan desde el principio. Ni siquiera Jeff, policía con más de 20 años de servicio, podía creer lo que estaba presenciando ya que era demasiado siniestro, terrorífico y... ¡Diabólico! Esa es la palabra. Era una mirada diabólica.
De repente, un golpe destrozó la ventana de la comisaría haciendo que Paul y yo nos estremeciéramos. Jeff vino hacia nosotros y cuando giró... El otro chico también había desaparecido. Y de nuevo, lo vi, el mismo mensaje que en aquella noche del metro: "N.V.P. E.S."

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