octubre 20, 2017

El caso de la tejedora



Las máquinas tejedoras se habían roto y dejaron atrapado a Gaite. Cuando Sonia lo sacó, la acidez se le subió la garganta. Su boca temblaba. Corrió al lavabo a vomitar. El rostro desfigurado de Gaite, con cortes por todos los lados, le produjo naúseas.

Le pareció muy raro. El patrón normalmente revisaba las máquinas todas las noches antes de cerrar. Si hubiera un desperfecto, seguramente lo hubiera comunicado. Resultaba difícil de creer que la tejedora se averiara repentinamente y le desfigurara la cara con semejante brutalidad.

Se lavó la cara, se enjuagó la boca y regresó al lugar de trabajo. La maquinaria seguía rota, pero el cadáver de su compañero había desaparecido. En su lugar había un cuerpo momificado con sábanas blancas y manchas de sangre donde estaba la cabeza.

—¿Cuál fue el motivo de la muerte?— preguntó a un forense.

—Pues es muy extraño— contestó. —La máquina no parece manipulada ni hemos visto huellas de que alguien lo haya metido en el telar… Por ahora, no podemos dar muchos detalles hasta que hayamos realizado la autopsia. —Sonia asintió con los ojos llorosos y el policía le consoló: —¡No te preocupes! Cuando tenga alguna pista, se la comunico.

Esbozó una sonrisa. Las últimas lágrimas se resbalaron por su cara, pero intentó resistirse para que no emergieran más.

La ambulancia se despidió y abandonó la fábrica de telas.


© Óscar Alonso Tenorio

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