RELATO
Buenas tardes mis docuslocos!!!
Hoy parecía ser un día en el que no íbamos a publicar nada, pero un compañero de universidad / colaborar de relatos, se ha acordado de nosotros y nos ha enviado uno.
¿Os pasáis a echarle un vistazo?
Esa noche decidí descansar en ese bar. Siempre lo veía
impecable y los que trabajaban ahí me recibían con los brazos abiertos. De
hecho, cada vez que me pasaba por allí, me decían que era la alegría de la
casa; pero las cosas cambiaron la noche del 25 de julio.
Metieron a un nuevo empleado. Era rechoncho y tenía gafas de
montura metálica. Parecía bonachón, aunque un poco despistado. Los demás
clientes lo miraban con cierto desprecio y sus compañeros de trabajo lo
regañaban constantemente. No entendía el motivo. Ni siquiera, lo comprendía
porque el pobre chaval no había hecho nada.
— ¡Atiende a ese chico de ahí, por favor!— le gritó su
compañero señalándome.
Yo fingí no escuchar nada de lo que hablaron y ser ajeno a
sus peleas. Cuando se acercó, me erguí y le miré a los ojos.
Estaba despistado. Aunque me mirase, parecía más preocupado
por otras cosas.
Le pedí una gaseosa y unas aceitunas. No quería gran cosa.
Al fin y al cabo, solo deseaba picar algo.
El camarero sacó su bloc, lo apuntó y se metió rápidamente a
la cocina. Lo miré con cierta desconfianza. Desde que me atendió, no me dio muy
buena espina. Intuí que era una persona despistada y, además, olvidadiza.
La primera vez que se acercó me puso unas croquetas. Yo lo
taladré con la mirada.
—No fue esto lo que te pedí— le dije cortésmente.
El camarero sacudió la cabeza asustado y retiró ese plato.
Luego, vi que a ella le dio una gaseosa y que se iba a
acercar a mí para darme un vaso de vino.
—Disculpe, ¡yo no te pedí un vino!— le corregí. —Yo te pedí
una gaseosa.
— ¿Una gaseosa? ¡Va…vale! ¡Ahora mismo te la traigo!— dijo
asustado, como si hubiera caído en la cuenta.
Ya empezaba a enfadarme. ¿Tantos despistes puede tener este
hombre? ¡No entiendo cómo pueden contratar en un bar a una persona tan
olvidadiza!
Se volvió a retirar. Las horas pasaban. La clientela se
marchaba poco a poco. Eché un vistazo y faltaban pocos minutos para la
madrugada.
Los camareros ya estaban recogiendo, apagando los
televisores y limpiando la barra.
Me enfurecí y me acerqué al jefe de todos ellos.
— ¡Pero bueno! ¿Qué narices pasa aquí?— protesté. —Tan solo
he pedido una gaseosa y unas aceitunas y estáis tardando dos horas para
traérmelo. ¿Qué narices pasa aquí? ¿Por qué diantres tardáis tanto?
Se quedaron en blanco. Lo comprendía. Jamás me habían visto
así de enfadado. Ni siquiera, yo me había percatado de que había perdido los
papeles con ellos. Pero, lo siento. Tenía que hacerlo. Me sentí decepcionado.
Todo el tiempo habían prestado un buen servicio y hoy habían decidido echarlo
todo a perder poniendo a un… atontado de las narices como camarero.
© Óscar Alonso Tenoriio
¡Hola!
ResponderEliminarGracias por compartir este relato ;)
Besos.
¡Hola, Inés!
EliminarGracias a ti por comentar, ya sabes que aquí todo lo que nos mandéis puede ser publicado sin problemas :)
Un besote grande.