El día antes del funeral, todos los componentes del equipo de Chicago se reunieron de emergencia en el pabellón para calmar la situación y recordar a los chicos que lo importante era seguir luchando en la cancha y llevar al equipo a lo más alto, sin pensar en lo extradeportivo por mucho que se hubiera convertido en una gran burbuja que no dejaba ver más allá de los tristes acontecimientos ocurridos.
Entrenadores, utilleros, masajistas y jugadores exponían sus ideas, uno a uno, sobre cómo sacar la situación adelante mientras el dueño del equipo, el señor Rosenberg escuchaba con serenidad cada una de esas opiniones.
Por allí estaban también Amanda y Luke, quienes no hablaron demasiado hasta que en cierto punto llegaron las once palabras que nadie quería oír:
-Lo mejor es tirar la temporada y esperar a la siguiente.
Luke salió del trance y se dirigió como una exhalación a responder a su compañero, Douglas Toney.
-¡Tirar la temporada! Dios santo, Doug. ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Es que ahora eres un cobarde?
-Oye, Luke, tranquilo. Es solo una opinión. Hay demasiado ruido ahí fuera como para...
-¡Aquí en nuestra casa también lo hay! Cada vez que ganamos, cada vez que anotamos en el último segundo, las voces de nuestra gente se escuchan hasta en Suecia. ¿Tirar la temporada? Estás loco, tío...
-¡Luke, escúchame, maldita sea! Tenemos cuatro veces más presión de la que nunca hemos tenido. Tú y yo llevamos diez años aquí y sabemos perfectamente lo que es volver a casa destrozado por las críticas tras una derrota. Si perdemos ahora, nos lloverán esos palos. Y tú te hartarás de escuchar frases del tipo: "Oh mira... es ese equipo que sin William no sabe jugar al baloncesto", "Oh Dios Santo, ojalá y se retiren de una santa vez y se sienten en una jodida silla de ruedas porque es lo que se merecen por ser tan cojos y mancos". Y si ganamos, chico, espera a escuchar sentado nuestros nombres. Nadie nos dirá: "Ey, mira, son Douglas Toney y Luke Robertson, ellos son los artífices del anillo, los veteranos se merecen este reconocimiento por haber superado la temporada más dura de sus vidas". No, Luke, dirán que ojalá hubiera estado Will, que con él en la pista no hubiésemos sido necesarios y nuestro récord de victorias hubiese sido histórico. Estas son mis razones, te gusten o no capitán.
-Bien. ¿Y dejar de luchar y rendirnos como si fuésemos un equipo de barrio ante el Dream Team? ¿Esto es todo lo que os enseñó Will? Qué pena que no esté aquí para veros. Os levantaría el ánimo a base de puñetazos en la cara. Oh sí... Creo que veros sangrando sería la única opción posible si de repente Will apareciera por la puerta y os escuchara decir estas sandeces de tirar la temporada.
La frase de Luke, aun queriendo insuflar ánimos a sus compañeros de equipo, fue malinterpretada como un gesto de violencia por parte del señor Rosenberg quien se levantó del asiento con gesto visiblemente enfadado por la actitud de su chico. La insistencia de Luke en su alegato acabó con la paciencia de Martin quien, dando un puñetazo en la mesa, alzó por primera vez la voz.
-¡Cierra el pico ahora mismo, Luke!
-¿Qué? ¿Te pones de su parte? ¿Acaso os han robado el alma?
-¡Luke, como no cierres la boca voy a tener que partírtela!
-¡Adelante! ¡Párteme la boca y las piernas! Mañana volveré a salir a la cancha y daré el máximo para que un gusano como tú queme el dinero viviendo a cuerpo de rey en su maldita mansión mientras contrata a prostitutas por las noches.
-¡VEN AQUÍ, HIJO DE...!
-¡¡NO!! -Amanda, en su papel de entrenadora, se interpuso entre los dos dando un puñetazo en la mesa, no sin antes llevarse un golpe de ambos- ¡Luke, cállate la maldita boca o mañana mismo te traspasamos a otro equipo y no vuelves a la ciudad de Chicago en lo que te queda de vida! ¡Y usted, Rosenberg, si toca a alguien de su equipo le meto tal denuncia que hasta sus escarceos corruptos se vean reflejados! Ninguno de los que estamos aquí podemos callarnos nada, yo misma fui stripper años después de dejar la Universidad y un tiempo antes de convertirme en entrenadora para poder pagarme el alquiler de la casa donde vivía. ¿Qué? ¿Sorprendidos? Pues sabemos todos y cada uno de vuestros problemas, ¿verdad, Doug? ¿Qué pasó con aquel accidente en Pittsburgh? ¿Queréis que siga sacando trapos sucios? ¡¡CALLAD DE UNA VEZ!!
Un silencio gélido volvió a llenar el pabellón. Nadie había visto responder así a Amanda jamás, en la vida, y menos aún conocían su pasado picante. Rosenberg, por su parte, era un hombre íntegro que tuvo que recurrir a cierto escarceo corrupto con el alcalde Gollowan para pagar un caro chantaje en el que se vio envuelto. La verdad, que nunca llegó a salir a la luz, era que Rosenberg visitaba clubes nocturnos e intentaba pagar a los proxenetas para liberar a las chicas de esa perra vida y ofrecerles algo mejor, una segunda oportunidad. Pero todo aquello se truncó con un fotógrafo buscavidas que tomó unas fotos y las publicó, sin tener ni idea del contexto.
-Todo se salió de madre. El muy cabrón no tenía ni idea de qué era lo que pasaba allí. Las trataban como a animales,maldita sea. Yo solo quería ayudar a esas pobres chicas. Ahora, ya lo sabéis todo.
-No se preocupe, señor -contestó Doug con tono cordial-, todos hemos cometido errores. En mi caso, aquel atropello fue a causa de la bebida. Tienen razón en aquello de no bebas para olvidar. No hay nada que lamentar, fue... Fue culpa mía, una estupidez.
Amanda miró a Luke, quien resoplaba visiblemente emocionado y superado por la situación, y supo que era el momento de dar una de sus famosas frases de entrenadora y lanzar a sus chicos una de sus sonrisas superioras que elevaban el gen competitivo de sus jugadores.
-Siento haber tenido que llegar a este extremo, estúpidos cabezotas. Solo espero, mejor dicho, se a la perfección, y ya sabéis que lo se todo -esa frase arrancó las primeras risillas entre sus jugadores en la última semana-, que este día nos va a unir como equipo. Con mis habilidades de entrenadora totalmente basadas en el anillo de vuestras manos, y la capacidad de jugar sin brazos ni piernas de vuestro capitán Luke Robertson, sumándole las ganas de atropellar rivales dentro de la pista y el trabajo de cada uno de vosotros, creo que esto nos va a hacer imparables, invencibles e indestructibles. En fin, pazguatos, y sí con esto le añado a usted, jefe salvavidas Rosenberg, todos como equipo, responded: ¿Qué vamos a hacer? Repito, ¿QUÉ VAMOS A HACER, EQUIPO?
-¡¡¡LUCHAR, LUCHAR, LUCHAR HASTA EL FINAL!!!
-De acuerdo, chicos. Así me gusta. Esto, y no todo lo anterior, es lo que Will hubiera querido. Vamos a luchar por todo, tíos. ¡Vamos, al vestuario todo el mundo! ¡Os quiero sobre el logo de la cancha en diez minutos! Hoy empieza el camino hacia el anillo. Y mañana, recordad que tenemos el funeral.
Los jugadores se encaminaron hacia los vestuarios con Douglas y Luke abrazándose y pegándose en broma como si fueran críos pequeños. Llevaban jugando toda la vida y sabían que ni siquiera lo peor posible podría acabar con su amistad ni con su espíritu.
-Gracias, Amanda -replicó Rosenberg-.
-Solo hago mi trabajo, señor.
-No es un trabajo, eres una bendición para este equipo -contestó por sorpresa el comisario Winstone, quien había llegado hacía un rato pero había evitado entrar en la movida-. Creo que deberías empezar a valorarte más, repito: eres una bendición.
La sonrisa de Amanda llenó el pabellón de luz, a la vez que éste se iluminaba para dar comienzo al entreno.
´-¿Qué le trae por aquí, comisario?
-Nueva información. Solo quería dejarla por aquí y comentarla tras el funeral.
Y con ese halo de misterio transcurrió el día hasta que finalmente llegó el triste momento del funeral. Ya quedaba mucho menos para conocer la verdad.
©AitorAlberto
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